La rosácea es una enfermedad crónica que afecta a la piel. Las causas de la rosácea pueden ser muy variadas, aunque existen más probabilidades de sufrirla si eres una mujer entre 30 y 50 años. Así queda reflejado en un artículo de la Academia Española de Dermatología y Venereología sobre las enfermedades de la piel más comunes en mujeres. Además, la piel clara y un pasado adolescente con acné severo son factores influyentes. 

¿Cuáles son las causas de la rosácea?

Aunque no se conocen al detalle las causas exactas que provocan la rosácea, sí que hay constancia de que su origen está en una combinación de factores ambientales y genéticos. Al contrario de lo que muchas personas consideran, en ningún caso la rosácea es una consecuencia de la mala higiene. 

Sin embargo, sí se conocen los principales factores desencadenantes que pueden agravar los síntomas propios de la rosácea y provocar que pueda aparecer con más frecuencia. Al prevenirlos se pueden mitigar en gran medida los efectos de esta enfermedad en la piel.

  • Alimentos: hay determinados alimentos que empeoran esta enfermedad inflamatoria de la piel, como la comida picante, el chocolate o los lácteos.
  • Alcohol y tabaco: ambos son dos de los hábitos menos saludables que existen, y en personas que sufren rosácea pueden provocar períodos de empeoramiento.
  • Cambios de temperatura: los cambios bruscos de temperatura pueden agravar la rosácea, así como las temperaturas extremas.
  • Ejercicio: cuando la actividad física es demasiado intensa puede dar lugar al enrojecimiento de la piel y la aparición de lesiones, como pápulas y pústulas.
  • Exposición prolongada al sol: por lo general, la rosácea tiende a empeorar en los meses de verano debido a la exposición solar. Es importante utilizar una buena crema protectora con FPS alto y sin sustancias irritantes.
  • Cosméticos: es esencial elegir cuidadosamente los productos cosméticos y evitar aquellos que tienen propilenglicol y acetona, ya que provocan irritación.
  • Medicamentos: algunos medicamentos indicados para controlar la presión arterial tienen un efecto negativo sobre la rosácea, ya que están pensados para dilatar los vasos sanguíneos. Esto provocaría un aumento de las pequeñas venitas de color rojo características de esta enfermedad.

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¿Cómo reconocer la rosácea? Síntomas habituales

Los síntomas más comunes de la rosácea hacen que, en muchas ocasiones, pueda confundirse con un brote de acné u otra enfermedad de la piel. Estos signos aparecen cuando se dan algunos de los factores que originan la enfermedad, y pueden mantenerse durante semanas o meses. De igual modo, pueden desaparecer durante un tiempo prolongado de tiempo, dando un respiro a la salud de la piel.

  • Enrojecimiento facial: el síntoma más común y notorio es el enrojecimiento del rostro, localizado especialmente en la parte central de la cara. Esto sucede porque los pequeños vasos sanguíneos localizados en las mejillas y en la nariz se hinchan. 
  • Hinchazón parecida al acné: en muchos casos la rosácea provoca un trastorno inflamatorio en la piel y se confunde con el acné. Uno de sus síntomas más comunes son los granos con pus y un aumento de la temperatura y sensibilidad de la piel.
  • Engrosamiento de la piel de la nariz: con el paso del tiempo la rosácea engrosa la piel de la nariz, y esto hace que tenga un aspecto bulboso. Este síntoma suele ser más frecuente en hombres que en mujeres.
  • Problemas en los ojos: es muy común que las personas con rosácea tengan los ojos irritados, secos e hinchados. Este trastorno recibe el nombre de rosácea ocular, y suele manifestarse antes que en la piel. 

Tratamientos para la rosácea

La rosácea es una enfermedad de la piel de carácter crónico que no tiene cura, aunque sí que existen soluciones y tratamientos para reducir sus síntomas. La primera recomendación es evitar los factores que la provocan, expuestos unas líneas más arriba.

Un tratamiento tópico es el más indicado para aquellos casos leves. Se trata de medicamentos que se aplican externamente para reducir el enrojecimiento y la hinchazón de la piel, como el ácido azelaico. El efecto que ejercen estos fármacos sobre los vasos sanguíneos es temporal, de forma que es necesario aplicarlos de forma regular para mantener los resultados en el tiempo. 

Los antibióticos orales están recomendados para casos moderados. Existen antibióticos como la doxiciclina que se recetan en aquellos casos de rosácea con protuberancias de pus. Además, otros medicamentos orales para el acné resultan de ayuda en casos más severos, ya que reducen las lesiones acneicas.

Como la rosácea se presenta a través de brotes de mayor o menor intensidad, en aquellos periodos en los que la inflamación provocada no sea muy intensa, se puede recurrir a peelings químicos suaves para reducir sus efectos.

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Luz pulsada

Al tratarse de una enfermedad que se manifiesta a través de la vasodilatación, la inflamación y el acné, la luz pulsada es el tratamiento perfecto. Además de cerrar los vasos dilatados, reduce el enrojecimiento general de la piel y los gérmenes que favorecen el acné.

Se necesitan varias sesiones para conseguir resultados eficaces y mantener la buena apariencia de la piel. El médico determinará el número de sesiones en función del estado particular del paciente con rosácea. Durante el tratamiento, se puede compatibilizar con otras técnicas y su aplicación es posible en cualquier tipo de piel.

Entre sus ventajas está su atemporalidad, ya que es un tratamiento eficaz en cualquier época del año, incluso en verano. Además, tras cada sesión, los pacientes pueden retomar sus actividades diarias sin tiempos de espera. 

Aunque se trata de un tratamiento no invasivo, sin molestias ni dolor, tiene algunos efectos secundarios. Entre ellos se encuentra la aparición de pequeños hematomas y enrojecimiento de la piel, los cuales desaparecen unas horas después de la sesión.

Conocer los factores y síntomas de la rosácea nos permite tener una radiografía más clara de una enfermedad de la piel que afecta sobre todo a mujeres. El médico será el encargado de elegir el tratamiento que mejor se adapte a cada paciente para mitigar los efectos de esta enfermedad crónica.